Jesús y sus discípulos van de aldea en aldea predicando el mensaje y anunciando la buena noticia de la salvación que Él trae.
En ese ir y venir de una aldea a otra hay varios personajes que se encuentran con Jesús y con diversas formas de responder a lo que supone el «seguimiento de Jesús».
Hay uno que, como si fuera un espontáneo en una plaza de toros, al ver a Jesús se lanza al ruedo y le dice: «Te seguiré adondequiera que vayas» (Lc 9, 57). Jesús le advierte de lo que supone seguirle, para que no se sienta engañado y simplemente le dice: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9, 58).
El seguimiento de Jesús es exigente, supone disponibilidad total, exige dejar comodidades, pide poner en primer lugar, y en el único, a Cristo como quien es capaz de llenar el corazón humano, supone elegirle a Él y dejar todo lo demás sin valor, porque Él es lo único que necesitamos para llenar nuestro corazón. Seguir a Jesús no es fácil, aunque cuando se le sigue el corazón del hombre resulta plenamente lleno y no necesita de más.
El seguimiento de Jesús es exigente, supone disponibilidad total, exige dejar comodidades, pide poner en primer lugar, y en el único, a Cristo como quien es capaz de llenar el corazón humano
El ser humano actual, incluso el cristiano actual se ha olvidado de la exigencia y del sacrificio, ha tachado de su diccionario palabras como la renuncia, el sacrificio, el esfuerzo, la entrega y, cuando se trata de seguir a Jesús, está queriendo hacer un seguimiento descafeinado, queriendo compaginar el seguimiento de Cristo con el seguimiento de las llamadas que la sociedad actual le hace. Muchos cristianos actuales no entienden por qué no se puede ser del mundo y, a la vez y al mismo tiempo, ser de Cristo; porqué uno no puede seguir los criterios del mundo y los de Dios.
El seguimiento de Jesús es y debe ser un seguimiento radical y exclusivo, y solo desde un seguimiento así se puede llenar con el corazón humano.
Otro personaje que se encuentra Jesús es aquel que no se ofrece, sino que es el mismo Jesús el que le llama, el que le dice: «Sígueme».
Este es un hombre que tiene puesto a Dios en un lugar de su vida pero no en el primero. Es decir, está apegado a su familia, a sus cosas y luego Dios.
El seguimiento de Jesús es un seguimiento exclusivo y que ocupa el sitio preferente en el corazón del hombre, que no admite que alguien tenga otros amores más primeros que Dios mismo. Por eso Cristo le va a contestar con esa claridad tan tajante: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios» (Lc 9, 60).
Lo mismo dirá a aquel al que invita a seguirle y le responde que le deje primero despedirse de su familia. Jesús le va a decir que «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios» (Lc 9, 62).
Al contemplar esta manera de proceder de Jesús y nuestra forma de seguirle, necesariamente tenemos que preguntarnos y respondernos: ¿Cómo es mi seguimiento de Jesús y a Jesús?
Al contemplar esta manera de proceder de Jesús y nuestra forma de seguirle necesariamente tenemos que preguntarnos y respondernos: ¿Cómo es mi seguimiento de Jesús y a Jesús?, ¿no estaré queriendo compaginar dos seguimientos contrarios en mi vida, el del mundo y de Dios? ¿No estaré queriendo seguir a Jesús pero sin dejar nada de los atractivos del mundo? ¿Mi seguimiento de Jesús es un seguimiento descafeinado, acomodado a mi estilo pero que no tiene nada o casi nada que ver con el verdadero seguimiento de Cristo y que Cristo pide en el evangelio?
+ Gerardo
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