¿Quién dice la gente que soy yo?

Jesús, llegado un momento de su vida, con sus discípu­los, a los que va preparando para que continúen su mi­sión, se para con ellos, dice el Evangelio que en la región de Cesarea de Filipo, y les pregunta por lo que opina la gente sobre Él: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Los discípulos van desgrana­do las distintas opiniones que exis­ten entre los judíos: unos que Juan el Bautista, otros que Elias o uno de los profetas.
A Jesús no le importa lo que piensa la gente, pero sí le interesa que ellos confiesen quién es Él para ellos, por eso, a continuación, les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Y la respuesta la da Pedro en nombre de todos: «Tú eres el Hijo del Dios vivo», a lo que Je­sús le hace caer en la cuenta de que esa respuesta no se le ha ocurrido a él, sino que ha sido el Padre del cie­lo quien se lo ha revelado.
Jesús, hoy, nos hace a nosotros esas mismas preguntas: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Y nosotros, seguro que le responderíamos con unas contes­taciones muy variadas, dispares y hasta contrarias sobre lo que opina el hombre actual sobre Jesús.
Pero Jesús no es un encuestador que hace la pregunta para luego sa­car una tabla de porcentajes, le in­teresa, sobre todo, la segunda pre­gunta que va dirigida a cada uno de nosotros. Y vosotros, los que os decís mis seguidores, ¿quién soy yo para vosotros?
Es más, nos dice a cada uno de nosotros: párate y piensa de ver­dad y desde la vida que tú llevas, la fe que tienes y la vivencia que haces de mi mensaje, ¿quién soy yo para ti?
Aquí ya no vale dar la respuesta de lo que dicen los otros y de lo que piensan los demás, sino que es nues­tra respuesta y, además, nos pide que sea una respuesta que demos desde la vida, que no le contestemos de me­moria, sino desde lo que vivimos, desde el puesto que ocupa en nuestra vida su persona y su mensaje, desde lo que vivimos como sus seguidores: ¿Quién soy yo para ti?
Sería muy bueno que frecuen­temente nos parásemos en la vida para preguntarnos y responder­nos a nosotros mismos: ¿quién es en realidad Cristo para mí? Porque de esa pregunta, y de la respues­ta que veamos que damos desde lo que vivimos, desde la relación que tenemos con Él, la misma respuesta es ya una llamada a la conversión. Porque, nosotros, los que nos de­cimos sus s e g u i d o ­res, que hemos re­cibido el bautismo y nos decimos cristia­nos, tal vez tengamos que recono­cer que Cristo para nosotros es muy poca cosa, que su estilo personal y su mensaje no es algo que nos im­porte demasiado, que tal vez esta­mos haciendo un Cristo y un cris­tianismo a nuestra medida.
¿Cuál sería, de verdad, la respues­ta que desde lo que vivimos le damos al Señor a esta pregunta que nos diri­ge este domingo a cada uno de noso­tros? ¿Quién soy yo para ti?
Tal vez nuestra respuesta teóri­ca es la de «tú eres el Hijo de Dios», pero Él sigue preguntándonos y «para ti, en tu vida, ¿quién soy yo? ¿qué significo?, ¿qué puesto ocupo? ¿cómo te preocupa vivir desde lo que yo te pido?
Ahí queda su pregunta: ¿Quién soy yo para ti? La respuesta la tene­mos que dar cada uno.
 
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