Vida Consagrada

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    «La vida consagrada, encuentro con el amor de Dios». Así rezaba el lema de esta Jornada mundial de la vida consagrada de este año, que celebrábamos hace dos días, el viernes pasado.

    La jornada de la vida consagrada es siempre una jornada que nos habla de amor, de amor de las personas que consagran su vida a Dios por amor, porque Él es el tesoro escondido en el campo que encuentra el labrador, y vende todo lo que tiene para adquirir el campo y tener el gran tesoro.

    Las personas consagradas son personas que se han encontrado con Jesús y le han descubierto como el único bien de su vida que puede saciar todas sus aspiraciones. Y, desde Él y con Él, sienten que no les falta nada para ser felices.

    Es aquello que decía santa Teresa: «Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta». Solo Él puede dar la felicidad, las demás cosas tras las que corre el hombre actual son cosas o criaturas que dan una felicidad efímera y pasajera; pero que al final dejan el alma sin contenido y el corazón vacío.

    Pero la vida consagrada es, ante todo y sobre todo, un encuentro con el amor de Dios. La vida consagrada es la historia de amor entre Dios y la persona consagrada.

    Por puro amor de Dios la persona consagrada se siente elegida por Él, no por sus méritos personales, sino por lo mucho que Dios le quiere. Por puro amor de Dios la persona consagrada responde con fidelidad a lo que Dios le propone con una total disponibilidad, pero consciente de que es Dios quien le ha llamado y quien la ayuda también a responder.

    La persona consagrada no solo siente el amor de Dios en la respuesta primera, sino cada día en las pequeñas o no tan pequeñas cuestiones a las que se enfrenta, y experimenta que no ha sido solo ella la que ha respondido, sino que en todo momento Dios ha estado presente. Ha sido capaz de llegar a donde ha llegado, no por su gran valía, sino porque la ayuda de Dios ha estado presente en todo momento.

    La persona consagrada no se siente una persona francotiradora en la entrega al Señor, sino que en todo momento experimenta que Dios le acompaña, como el compañero infatigable de camino, siempre pendiente de lo que ella haga y a lo que ella tenga que enfrentarse y le capacita para responder positivamente al plan de Dios.

    Esta experiencia del amor de Dios manifestado constantemente en su vida como persona consagrada significa un verdadero encuentro con el amor de Dios, que es mucho más grande que nuestras fragilidades.

    Por eso, la persona consagrada está en continua acción de gracias al Señor porque es consciente de que lo que ella es capaz de hacer y vivir no lo hace o vive solo por su aportación, sino por la presencia y la asistencia de la gracia de Dios en su vida. Y es esa misma presencia y gracia de Dios la que le ayuda a ser testigo para los demás del amor que Dios le tiene, ofertándole ella ese mismo amor a los demás.

    Vivamos este encuentro con el amor de Dios con un corazón agradecido, y ofrezcamos ese mismo amor a los demás, para que ellos puedan descubrir ese amor de Dios a través del encuentro con nosotros.

    + Gerardo

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