A la espera del Señor

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Por Juan Sánchez Trujillo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. Lucas 12, 35-40

Si preguntamos incluso a cualquiera de nuestros cristianos medios que engruesan nuestra Comunidad Eclesial, qué es lo que existencialmente esperan con más intensidad, cuál es su suprema aspiración en la vida…Si les interrogamos qué peso ejerce sobre sus anhelos el pensamiento de la Vida eterna; o qué efectos, qué expectativas, qué temores, qué anhelos produce en su interior y en el planteamiento de sus actividades temporales el anuncio de que Cristo vendrá a juzgar a vivos y muertos… Si les pedimos que nos digan si para ellos es una gracia y no una desgracia el que Cristo venga a llevarnos con Él para habitar en Dios Padre, en la Inmensa Casa Patria de Dios a donde se fue para prepararnos una morada … Si éstas o parecidas preguntas les formulamos, es muy probable que la mayoría de nuestros encuestados nos manifestaran, si lograran ser sinceros, unos que no creen en la vida eterna porque todo termina en la tumba ; otros , que “salud, dinero y amor” son el horizonte de sus esperanzas; otros, que les gustaría tener Fe y Esperanza, pero al faltarles o ser muy débiles estas virtudes en ellos, se lían la manta a la cabeza y no quieren salir de este atolladero: algunos que sí, que sí esperan con sus lámparas encendidas al Esposo que prometió llevarnos donde está ya Él tras su muerte y resurrección a celebrar las Bodas eternas; a algunos incluso hasta nos los encontraríamos cantando el Marana tha,”Ven, Señor” abriéndole la puerta al primera llamada …

Pero fuera cual fuere el resultado de nuestra encuesta, el Espíritu nos incitaría a seguir proclamando que el cristiano está llamado a vivir, en la provisionalidad de este mundo, una constante tensión hacia el futuro, a la espera del Señor y en una permanente vigilancia para no sufrir expoliaciones de su esperanza teologal y verse, por el contrario, plenamente satisfecho y bienaventurado con el autoservicio que Cristo hará de sí mismo a quien mantuvo encendida hasta el final la lámpara y montada celosamente la guardia .

El tiempo intermedio, hasta la vuelta del Señor, este tiempo que vivimos, el tiempo de la Iglesia, exige, precisamente, una actitud de vigilancia, un despliegue progresivo de la sustancia de nuestra fe , un hacer creíble la promesa de nuestra salvación total en signos eficaces y salvaciones intermedias, presagios y anticipos de ese Futuro pluscuamperfecto al que estamos convocados y abocados por la entrañable misericordia de Dios y por su eficaz y amorosa providencia . 

Se trata de la vuelta definitiva del Señor Jesús , última y ultimadora, con la que la creación entera y toda la historia humana , las cosas y las personas, quedaremos ultimados, rematados, remachados, hechos, satisfechos, perfectos, gloriosos… Porque, ciertamente, con toda seguridad, el Señor volverá a ser Señor y Siervo exhaustivo para los siervos vigilantes, a ser Esposo y Banquete totales para el hambre y la sed de amor progresivas del hombre que en la esperanza y en la espera se quiere perfecto y sólo se ve perfectible e imperfecto, a ser la Luz total y plena para la noche vigilante de la fe esclarecedora de lo que no se ve y garantía de lo que se espera.

Es por lo que el discípulo de Jesús no puede dormirse porque Él tarde. Es por lo que debe permanecer alerta siempre, siempre en tensión. Sólo así el discípulo se asegura la acogida por parte de Jesús cuando vuelva. Sólo así se asegura la comunión con Él en el gozo y en el amor. Sólo así al siervo vigilante le servirá el Señor, viendo así realizada y cumplida “la promesa de la que se fiaba”.

La mejor y mayor riqueza
Por Juan Sánchez Trujillo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. Lucas 12, 32-34

No eres pobre, mi pequeño rebaño. Con la Perla que te dieron en la venta de tus perlas, y el Tesoro con que diste cuando arabas aquel campo, no eres pobre sino rico. Y no hay razón para que temas.

Tú eres rico, mi pequeño rebaño. Tuvo a bien darte mi Padre el Reino de que ahora gozas, y no hay polilla en el mundo que nos pueda carcomer. El que es pobre y más que pobre es aquel rico insensato que, ampliando sus graneros, no los convirtió el banquetes comunitarios. Él sí que tiene motivos para temer carcomas e inflaciones. Su persona no puede descender tampoco a mayor devaluación, y es el fin del Epulón la suerte que él ya se teme.

Sé que te duelen, mi pequeño rebaño, las pobrezas lamentables de los que llamamos ricos. Los quieres tanto también, que quisieras que tuvieran en los pobres su corazón y tesoro. Quieres tan ricos a los ricos, que quisieras importar hasta sus casas y sus cuentas las listas interminables de las necesidades ajenas. Son, ciertamente, muy pobres los ricos, y es por ellos en verdad por los que más temor tienes.

¡Cuántas cosas necesitan para ser, para no ser felices  ¡Cuántas joyas y brillantes, para poder deslucirse ! Lo necesitan todo: ahora el coche nuevo, luego el chalet, más tarde el viaje al extranjero, a continuación más joyas, posteriormente deslumbrar a los vecinos... y siempre con mayores carencias. Están tan necesitados, tienen tantas necesidades, que llamarlos ricos suena a ironía y sarcasmo. Creo que era el sapientísimo Sócrates - san Sócrates lo llaman algunos - el que decía que pobre es el que necesita mucho y rico el que no tiene necesidades.

Tú eres rico, mi pequeño rebaño. Me aceptaste a Mí y a las personas como suprema riqueza. Y ya tu corazón ha evacuado los temores, porque ampliaste tu pecho y en él, almacenados, caben todos los hombres. Y todos ahora te expolian, haciendo paradójicamente crecer a tu árbol. ¿Paradojas de la Vida? ¡Lotería de los Pobres! ¡Bienaventuranzas del Reino!


La fidelidad es valorar al otro
Por Miguel Esparza Fernández

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes, y dad limosna...Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame... Dicho el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose así..." (Lc 12,32-48)

La palabra que resume la enseñanza del evangelio de este domingo es FIDELIDAD. Una palabra un tanto pasada de moda. Significa algo así como mantener la palabra dada, permanecer en lo prometido, no traicionar, ajustarse con exactitud al tiempo... Es fiel el matrimonio que llega a cumplir sus bodas de oro... y las que el tiempo permite. Es fiel el que cumple lo firmado en un contrato. Es fiel el que merece que se confíe en él, sin ninguna duda. Es fiel el que cumple puntualmente con sus obligaciones... 

En la fidelidad juega, pues, tanto la palabra mantenida como el tiempo a través del que se mantiene. Lo que supone no cambiar de actitud a pesar de las dificultades que, a lo largo de ese tiempo, se encuentran. Por eso, la fidelidad no es algo fácil. Y, por eso, la fidelidad, además de hablar de modo muy positivo de aquel que la mantiene, se convierte en ayuda imprescindible para los demás: quien tiene la suerte de encontrarse en un ambiente de fidelidad crecerá y madurará de modo sorprendente. 

Se dice que Dios es fiel. Porque estamos seguros (así nos lo ha demostrado Él) de que no retirará jamás la palabra de amor que nos ha dado. Y esto, a pesar de nuestras incoherencias, olvidos, rechazos... infidelidades. Por eso, nosotros, tan limitados y necesitados, podremos conseguir la plenitud, como fruto de un Dios que no nos fallará nunca y hará posible nuestro crecimiento. Si, a la primera de cambio, se nos hubieran retirado todas las posibilidades, ¿qué hubiera sido de nosotros? La espera de la fidelidad es pieza imprescindible para la maduración de los otros. Por eso, ser fiel es valorar y respetar al otro. 


En la vida, damos muchas palabras. Y algunas (al menos en teoría) son muy definitivas: bautismo, matrimonio, sacerdocio... por referirnos sólo a aquellas que afectan más radicalmente a nuestra situación vital. ¿Qué se piensa en nuestro tiempo de la fidelidad? ¿No es verdad que empieza a considerarse como algo que carece totalmente de valor? ¿No es algo que se mantiene sólo y nada más que hasta que el otro mantenga su fidelidad? Ahí están nuestros matrimonios rotos... y no siempre por causas demasiado serias. Ahí están nuestros curas secularizados... y no siempre por falta de vocación. Ahí están nuestros bautizados y confirmados ausentes totalmente de la vida de la Iglesia y de los valores del Evangelio... y no siempre por dificultades insalvables ni por falta de quien los acoja y estimule. 

Es que nos hemos montado la vida sobre la comodidad más que sobre el esfuerzo. Y, en la vida, hay que luchar. 

Es que hemos considerado la felicidad como ausencia de compromiso y de renuncia. Y, en la vida, no todo lo fácil es lo mejor. 

Es que hemos considerado que no tenemos obligación de comprender las equivocaciones de los otros. Y, en la vida, todos nos equivocamos. 

Es que hemos considerado que lo nuestro está por encima de lo de los demás. Y, en la vida, los demás tienen que ser tan importantes, por lo menos, (si no más) que nosotros mismos. 

Revisa tus compromisos. Y aviva tu fidelidad. Listado completo de Comentarios