Sábado Santo: El silencio de María, los discípulos…

Todo ha pasado. Cristo está en el sepulcro. El silencio rodea este día de misterio, de presencias, de recuerdos, de esperas, de decepciones… Los discípulos no saben qué pensar: lo prometido, lo vivido, no ha servido de mucho, no se ha cumplido. No esperaban este final. Tantos recuerdos, tantas enseñanzas, tantos gestos, tanta amistad…. Se remueve todo…hasta los infiernos.

Y María, como Madre, guardaba todo en su corazón. Desde el ángel hasta la cruz, madre y consoladora de su Hijo. Ha muerto el Hijo de sus entrañas y ahora todo se vuelve silencio y espera. Porque no ha perdido la mirada de Dios, y espera en Él… y mira al infinito, como perdida, removido su interior en la espera más conmovedora de la historia.

No es día de desiertos, de buscarse a sí mismos como si todo dependiera de uno mismo… es tiempo de espera, de silencio: Dios que sigue obrando su misericordia. La fe de la Iglesia concibe aquí una verdad de fe difícil a la comprensión de nuestro entendimiento: el descenso a los infiernos. Es Dios, que entregado por amor, se “abaja” totalmente donde el amor ya no está (infierno), donde el hombre ha perdido todo lo que Dios le dio. Y Cristo va a rescatar al hombre hundido, porque nunca el pecado será ya tan grande que pueda vencer a tanto amor y tanta misericordia derramada por Cristo en la cruz. Es curioso, la altura de la cruz como expresión de la misericordia de Dios se hunde como rescate del desamor más infame que puede haber (el infierno): sólo Cristo puede rescatarnos del misterio de nuestros desastres. Por eso es un día de cierta “pasividad”, en espera… no hay celebraciones litúrgicas… todo en expectante clama.

En este día la Iglesia ora y espera. El silencio lo cubre todo y Dios permanece amando y consolando. La primavera surge silenciosa porque la noche también es tiempo de salvación… y esperamos que todo sea mejor.
 



Buscamos además saber con certeza cómo fue enterrado. ¿Estaba el sepulcro construido por las manos del hombre? ¿Acaso sobresalía de la tierra al estilo de los mausoleos reales? ¿Estaba construido el monumento con piedras asentadas? ¿Y qué tenía como remate? Decidnos, los profetas, los datos exactos sobre el sepulcro, dónde estaba colocado, y dónde lo tenemos que buscar. Responden: «Mira a la roca de la que fuisteis tallados; fijaos y aprended». Lo tienes en el Evangelio: «En un sepulcro excavado, excavado en una roca». ¿Y qué dice? ¿Cómo era la puerta del sepulcro? De nuevo otro profeta dice: «Me encerraron vivo en la fosa y echaron piedras sobre mí». La piedra angular, la escogida, la preciosa, estoy depositado dentro de la roca por poco tiempo; roca de escándalo para los judíos, piedra de salvación para los creyentes. Fue plantado en la tierra el árbol de la vida, para que la tierra maldecida alcanzara la bendición, para que los muertos fueran liberados.

Cirilo de Jerusalén, Las catequesis 13,35