«El Señor nos envía confiándonos su misma misión»

Cincuenta días después de Pascua de Resurrección celebramos en la Iglesia la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia. Él es consuelo, fuerza, luz, paz, sosiego, brisa... El Espíritu Santo es el motor de la vida de la Iglesia conduciéndonos hacia el Padre.

Nuestro Obispo, D. Gerardo, en la homilía de la misa de la vigilia destacó que «es el mismo Espíritu que se derramó sobre los Apóstoles, el que se nos da a nosotros para que odamos cumplir con la misión que nos confía de ser discípulos misioneros.

Estaban invitados todos los movimientos apostólicos de nuestra diócesis y todos los seglares que viven su fe en nuestras parroquias porque en el día de Pentecostés se celebra el Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica.

Es un momento para descubrir, una vez más, que la Iglesia es una familia y que todos formamos parte de ella porque en en el día de Pentecostés recibimos el Espíritu Santo para que «la Iglesia cumpla con la misión que el mismo resucitado le ha asignado de ser testigos y fermento suyo y de su mensaje en el mundo». Es el Espíritu el que edifica la Iglesia.

La Secuencia que se lee después de la segunda lectura de la Eucaristía del día de Pentecostés es el himno al Espíritu Santo más antiguo:

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre,
don, en tus dones espléndido,
luz que penetra las almas,
fuente del mayor consuelo,
ben, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Amén.