Conversión de san Pablo

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    Pablo, llamado Saulo en el uso y rigor judío, afirmaba con vehemencia que el Evangelio que predicaba no lo había aprendido o recibido de los hombres. Era fariseo. Había nacido en Tarso, ciudad que pertenecía al mundo grecorromano. 

    Buen judío, conocedor y cumplidor de la ley. Colaboró en la persecución de los cristianos y fue testigo de la lapidación de Esteban. 

    Su conversión fue insospechada: "Y sucedió que, al llegar cerca de Damasco, de súbito le cercó una luz fulgurante venida del cielo, y cayendo por tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dijo: ¿Quién eres, Señor? Y él: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y entra en la ciudad y se te dirá lo que has de hacer. Y los hombres que le acompañaban se habían detenido, mudos de espanto, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Se levantó Saulo del suelo y, abiertos los ojos, nada veía. Y llevándole de la mano lo introdujeron en Damasco, y estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió" (Hch 9, 3-9). 

    Su adhesión total a Jesucristo le llevó al bautismo. Un cambio de vida, cambio de obras, cambio de pensamiento, de ideales y proyectos. Su carácter apasionado tomará el rumbo ahora marcado sin trabas humanas posibles y con el afán de llevar a su pueblo primero y al mundo entero luego la alegría del amor de Dios manifestado en Cristo. 

    Vio él mismo al resucitado; y lo dirá más veces, y muy en serio a los de Corinto. Por ello fue capaz de sufrir naufragios en el mar y persecuciones en la tierra, hambre y cárcel, humillaciones y críticas, y juicios y muerte de espada; por ello hizo viajes por todo el imperio, recorriéndolo de extremo a extremo… La conversión de S. Pablo es prototipo de cambio radical de vida. Y es que uno que se encuentra, ve, al Señor experimenta que la vida toma una orientación distinta. Es lo que provoca el encuentro personal con Cristo. Listado completo de Santos